Si hay un tema que me gusta y que me parece realmente importante para el desarrollo de la Humanidad, son los Derechos Humanos (DD.HH.). Ya sea su estudio en sí o utilizarlos como base para una educación en valores universales. Y es que creo firmemente en que ésta es la manera de hacer una sociedad global más justa, pacífica y tolerante.
Entre las cosas que nos enseñan los DD.HH. está el defenderlos, sobre todo para aquellas personas que por cualquier circunstancia están más indefensos ante la violación de sus Derechos. En este sentido las organizaciones internacionales se han puesto de acuerdo en que la población más vulnerable son los niños, es por eso que se redactaron unos derechos específicos que ampliaran los Humanos: Los Derechos del Niño.
Sin embargo, a pesar de este interés internacional y de diversos tratados firmados por organizaciones como la ONU, en pleno siglo XXI, era de la información, la comunicación y de los más sorprendentes avances científicos, los niños son todavía objeto de constantes abusos y violaciones de sus derechos.
A poco que se esté enterado de qué pasa en el mundo es fácil ver estas transgresiones por todo el mundo, en los niños soldados de África, la prostitución infantil en países como Thailandia, la explotación de menores en fábricas de Asia. Todo parece lejano. Tan lejano que no pensamos que en nuestro país podamos encontrar violaciones de los derechos humanos. Las hay. Si bien es cierto que no son tan generalizadas, sí que encontramos situaciones en las que menores ven sus derechos vulnerados.
Buscando por la red se pueden encontrar informes y casos de esto en nuestro país. Podéis ver un ejemplo aquí. Es el caso de una chica menor de edad, hija de inmigrantes, pero que ha nacido en España. Sin embargo a través de intrincados procesos burocráticos, dignos de las doce pruebas de Astérix, se le ven negados sus derechos, en concreto el que se refiere a tener una nacionalidad.
Si para ser española esa niña necesita el DNI, para el cual necesita el certificado de empadronamiento y para éste, a su vez, necesita el DNI. Si además si decide al menos tener reconocida la extranjería para así tener un permiso de residencia, y se lo deniegan, pues esa niña, ha de ser española según el Código Civil. Si esa niña está sin nacionalidad, uno de los Derechos que todo niño ha de tener. Si pasa todo esto, entonces este mundo me enloquece.
Y es que cuando la burocracia está antes que las personas, antes que los Derechos, antes que una niña, es cuando hay que plantearse si estamos haciendo algo mal. Creo en las normas y en las reglas, pero no a costa de las personas. Los Derechos Humanos están por encima de cualquier ordenación jurídica, más aún cuando esa ordenación pertenece a un país que ha firmado una declaración de Derechos Humanos y una Declaración de los derechos del Niño.
La solución a este tipo de cosas no es fácil, pues están arraigadas en nuestro sistema administrativo y burocrático. Ya desde pequeños nos enfrentamos a papeles por todas partes, papeles que nos habilitan o nos deniegan cosas. Los exámenes, los boletines de notas, los permisos y los justificantes de ausencia, y un largo etcétera. Algunos de esos papeles, pueden ser necesarios, otros, simplemente, es seguir una corriente de hacer las cosas. Hacerlas a base de formularios. Resumirnos a formularios y curriculums. Quizás debamos aprender desde pequeños a enseñarnos unos a los otros de otra forma, aquella en la que nuestra vida no se resuma en números e hitos académicos.
¡Encantado de conocerte!